Historias del tabernero

Historias del tabernero

Comenzó en las posadas y las tabernas, y siempre era lo mismo: dos jugadores estudiaban con atención un tablero, usaban cartas y sonreían o gruñían según ganaran o perdieran. Pronto acudieron multitudes a observar las partidas. La popularidad del juego aumentó y en poco tiempo se podían encontrar tableros de Hearthstone por todo Azeroth. Encontrabas gente jugando en las ciudades, en caravanas de mercaderes, en los barcos en alta mar e, incluso, en los barracones y las tiendas de los asentamientos militares. Es probable que hayáis visto unas cuantas partidas durante vuestro período en la ciudadela, al poco de llegar a Draenor.


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Pero todo comenzó en las tabernas, y si queréis disfrutar de la auténtica experiencia de Hearthstone, no hay mejor lugar para jugar. Y hay una taberna que destaca sobre todas las demás. Aquella donde se encuentra el tabernero.

Aquella donde todo comenzó de verdad.

No es fácil de encontrar. La mayoría de los visitantes no sabrían deciros cómo llegaron hasta allí. Un escuadrón de orcos dirá que entraron desde las calles de Orgrimmar, durante una tormenta inesperada. Una caravana de comerciantes gnomos podría asegurar que después de días de atravesar el Pantano de las Penas, encontraron la taberna en mitad de la nada.

En la sala común os contarán historias de viajes complicados, de combates enconados y de aventuras peligrosas. Historias de atravesar pasos montañosos cubiertos por la nieve y de sufrir en implacables travesías por desiertos.

Solo hay un elemento común: todos encontraron la taberna cuando más lo necesitaban, cuando ya creían que no podrían dar un paso más o enfrentarse a un nuevo día. Encontraron la taberna correcta en el mejor momento.

Da igual a qué facción representen, el mundo del que provengan, si llegaron a la sala común solos o con un grupo, o si llegaron desarmados o protegidos por la mejor armadura. A todos los recibe Elta Bernero, un enano de ojos brillantes y manos tan rápidas que puede llenar una jarra y entregártela incluso antes de que te sientes. Si estáis buscando una partida de Hearthstone, él os encontrará un asiento libre. Si queréis aprender a jugar, él se sentará con vosotros y os enseñará en una partida amistosa. Si queréis ver competir a otros, él os buscará un lugar desde el que podáis ver la partida. Da igual lo que necesitéis para olvidar vuestras penas o alegrar el corazón, él os lo proporcionará.

Pero no causéis problemas.

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Sí, claro, a veces las cosas se ponen feas en la taberna, no hay quien lo niegue. Cuando dos tipos volcánicos se sientan en una mesa de Hearthstone, no es raro que se intercambie algún puñetazo cuando termina la partida. Preguntad a cualquier enano: una noche de juerga no estaría completa sin una o dos peleas. Pero os tendréis que limitar a los puños. No desenvainéis ningún arma: nada de espadas, ni mazas, ni hachas y, desde luego, nada de magia malintencionada. Si cruzáis esa línea. . . Bueno, no digáis que no os lo advirtieron. El tabernero es más fuerte de lo que parece. Lo más probable es que salgáis volando por la puerta principal antes de poder lanzar el primer ataque. Y si tenéis mucha, pero que mucha suerte, acabaréis en las calles de una ciudad que reconozcáis.

Y, además, algo que no debería hacer falta decir: no hagáis trampas. El tabernero odia las trampas. Se cuentan historias de pobres diablos condenados a sacar únicamente Furibundos de magma y Pollos furiosos por el resto de sus días. Jugad limpio y no tendréis la oportunidad de comprobar si esas historias son ciertas.

Cuando la noche se acabe y la última ronda ya haya pasado hace mucho, es posible que salgáis de la taberna con un tablero de Hearthstone bajo el brazo. Conservadlo. La mayor parte de la gente tiene problemas para encontrar esta taberna más de dos veces en el mismo año. Pero si tenéis un tablero propio, podréis compartir la experiencia de Hearthstone con quien deseéis. Son muchos los que se reúnen en grandes grupos todas las semanas. Si alguien más ha comenzado uno de estos duelos junto al fuego cerca de donde estáis, ¡uníos a ellos! Una velada de camaradería y compañerismo tiene más poder de lo que cabría esperar.

Y si no hay ningún duelo cerca, quizá tu destino sea comenzar uno. En cualquier caso, es difícil alejarse de las risas y los vítores. Sentaos en una mesa, comenzad una conversación y uníos a la diversión. Nunca se sabe a quién podéis conocer.

Incluso podríais encontraros con cierto enano amistoso y familiar que rellena vuestra jarra, os da unas palmaditas en la espalda y sufre a vuestro lado cuando un competidor despeja el tablero con una jugada afortunada que parecía imposible. No lo veréis llegar ni cómo se marcha... Pero eso no tiene nada de raro.

Una noche de diversión es algo de gran poder después de todo.