Garrosh Grito Infernal, el guerrero

Garrosh Grito Infernal, el guerrero

Garrosh Grito Infernal, hijo del legendario Grommash Grito Infernal, descubrió su valor bajo la tutela de Thrall. Como parte de la Horda de Thrall, demostró ser un guerrero temible y un excelente líder de guerra. Como Jefe de guerra de la Horda, su ascenso meteórico y su posterior descenso trágico en el despotismo y el hambre de poder marcan el camino de una figura compleja: un orco inseguro en un mundo hostil, que siempre intentó estar a la altura del legado de su padre. Su mayor deseo era llevar honor, gloria y prosperidad a su pueblo pero, en su caso, las buenas intenciones no fueron más que un camino hacia la destrucción.

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Con el paso de los años, el hijo de Grommash se hizo de cierto renombre dentro del clan Mag’har en Terrallende, lo que le valió una invitación de Thrall a la capital orca de Orgrimmar en Azeroth, donde debería desempeñarse como consejero. En la capital de la Horda, Garrosh descubrió que los orcos sobrevivían en Orgrimmar, pero no prosperaban como el creía que les correspondía. Garrosh no podía entender por qué las decisiones de Thrall iban más dirigidas a enmendar el pasado y conservar la paz, que a hacer lo necesario para satisfacer las necesidades actuales de su pueblo. Tampoco podía entender por qué Thrall no desplegaba todo el poderío de la Horda para eliminar a sus enemigos y simplemente tomar lo que necesitaban por la fuerza. Este conflicto reafirmó la determinación de Garrosh de restaurar la verdadera gloria de Orgrimmar y asegurar la prosperidad del pueblo orco, sin importar qué —o quién— se interpusiera en su camino.

Desde luego, Garrosh veía a la Alianza como el peor enemigo de la Horda y el principal obstáculo hacia la verdadera prosperidad. La Alianza se disputaba los recursos con la Horda, asaltaba sus asentamientos, mataba a su gente y frustraba las acciones de la Horda siempre que podía. Para Garrosh no había dudas: había que destruir a la Alianza y asegurar las tierras y los recursos de Kalimdor para la Horda.

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Cuando la plaga de no-muertos se propagó por todo Azeroth —lo que significaba el regreso de la Plaga para todos los pueblos—, Garrosh fue nombrado Señor supremo de la Ofensiva Grito de Guerra para liderar al ejército principal durante la expedición de la Horda a Rasganorte, el reinado del Rey Exánime de donde provenía la invasión. Las tácticas de Garrosh eran agresivas y brutales, casi imprudentes. Peleaba contra la Alianza casi tan a menudo como contra los esbirros no-muertos del Rey Exánime. Aun así, no había dudas de que Garrosh era un líder de guerra talentoso, y los ejércitos de la Horda regresaron de Rasganorte eufóricos tras la victoria contra las fuerzas del Rey Exánime.

El regreso triunfal de Garrosh a Orgrimmar fue motivo de una gran celebración durante la cual Thrall le otorgó el hacha de Grommash, Aullavísceras, para honrar su victoria contra la Plaga. Sin embargo, no todo era alegría en Orgrimmar. Por razones de momento desconocidas, los espíritus de los elementos se habían vuelto salvajes y violentos, y se dedicaban a bloquear rutas de suministros vitales, lo que mermaba los recursos ya escasos de la capital de la Horda.

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El caos entre los espíritus elementales creció hasta tal punto que incluso la propia Orgrimmar sufrió una invasión de elementales de fuego y tierra. Todo Azeroth estaba en peligro. Thrall, que era un chamán muy poderoso, se dio cuenta de que la situación estaba empeorando cada vez más rápido, y decidió viajar a Nagrand para consultar con el sabio chamán que vivía allí y buscar una solución juntos.

Dado que Garrosh era el único orco con la talla y popularidad necesarias para ocupar el puesto de Jefe de Guerra temporal, Thrall lo convocó al Fuerte Grommash y le concedió el liderazgo de la Horda temporalmente. La decisión tomó a Garrosh por sorpresa. El guerrero estaba orgulloso de sus proezas en combate y de su capacidad de liderazgo en la batalla, pero los juegos políticos y las negociaciones eran terreno desconocido para él. Le advirtió a Thrall de sus dudas, pero el hijo de Durotan les restó importancia y le aseguró que tendría todo el apoyo de consejeros como Cairne Pezuña de Sangre, el poderoso jefe tauren. Decidido a hacer lo mejor para la Horda, Garrosh aceptó la tarea que se le encomendaba.

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Al principio, Cairne y Garrosh trabajaron en conjunto, pero la armonía duró poco. Seguro de que la brutalidad e imprudencia de Garrosh eran demasiado peligrosas, Cairne desafió a Garrosh a un duelo ritual por el derecho de guiar a la Horda. Esa era precisamente el tipo de oportunidad que la Matriarca tauren, Magatha Tótem Siniestro, estaba esperando y, en secreto, envenenó el filo de Aullavísceras antes del duelo. Fue una batalla titánica, puesto que a pesar de su avanzada edad, Cairne era un oponente poderoso y experimentado. Cuando Cairne parecía tener la ventaja, Garrosh lanzó un hachazo desesperado que destruyó el arma de Cairne y le provocó un corte superficial en el pecho. Con el potente veneno de Magatha circulando por sus venas, Cairne comenzó a desvanecerse, y Garrosh aprovechó la oportunidad para asestar el golpe final. Así como su hacha había sido envenenada, este episodio mancharía la posición de Garrosh como Jefe de Guerra y sería un presagio de las relaciones ponzoñosas entre Garrosh y los líderes de las otras razas de la Horda.

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Garrosh seguiría dando prioridad a lo que él consideraba el bienestar de la Horda por encima de la diplomacia y las estrategias políticas, aun dentro de su propia facción. Garrosh expandió su campaña contra la Alianza e inició conflictos a lo largo de todo Kalimdor. Gracias a una serie de ataques y maniobras estratégicas, consiguió que varias de las mejores mentes militares de la Alianza se reunieran en Theramore. Conseguido ese objetivo, hizo lo impensable: ordenó que detonaran una bomba de maná, un arma con un inmenso potencial de destrucción, en la base de la Alianza. Las consecuencias fueron devastadoras y, donde estaba la ciudad, quedó poco más que un cráter humeante. Aunque el ataque a Theramore fue una victoria militar importante, los miembros de la Horda —a excepción de los orcos— se horrorizaron ante las acciones de Garrosh. El resultado final del ataque fue una Horda fracturada y vulnerable, en la que algunos de los miembros desconfiaban y resentían el liderazgo de Garrosh y se encontraban al borde de la rebelión. Presintiendo la disconformidad dentro de su propia facción, Garrosh lidió con la rebelión emergente de la manera que mejor conocía: con brutalidad extrema. Dejó bien en claro que se consideraría traidor a cualquier miembro de la Horda que no estuviera dispuesto a colaborar con los esfuerzos de guerra contra la Alianza, y que los traidores deberían enfrentarse a la ira de su fuerzas de élite, los Kor’kron. Para empeorar la situación, los sucesos de Theramore no lograron aniquilar el espíritu de la Alianza como Garrosh había pretendido: en cambio, el ataque forjó una Alianza unida y más decidida a derrotar a la Horda que nunca antes.

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Ya no había esperanzas de encontrar una solución diplomática, y la Alianza ahora estaba involucrada en una guerra a gran escala con la Horda. Con el descubrimiento de Pandaria, las fuerzas de Garrosh chocarían con las de la Alianza una y otra vez. Lo que Garrosh no sabía era que Pandaria guardaba un secreto: los Sha. Estas criaturas, nacidas tras la muerte del antiguo dios Y’Sharrj, son la encarnación de emociones negativas como la ira, el orgullo y el odio. En lugar de reparar en el peligro que representaban los Sha, o en cómo los fortalecía la guerra, Garrosh tenía la certeza de que eran un poder que podía usar en su favor. Garrosh quería convertir a la Horda en un arma que pudiera dominar Azeroth de una vez y para siempre. Impaciente por los desacuerdos, su gobierno sobre la Horda se volvió completamente despótico, y su búsqueda por dominar el poder de los Sha lo llevó a cometer una atrocidad tras otra. Ordenó el asesinato del líder trol Vol’jin, que fracasó, e hizo sonar la Campana divina, un artefacto que transformaba a sus propios soldados leales en horribles Sha infestados. Luego perdió la razón por completo: después del asesinato fallido de Vol’jin, tildó de traidora a toda la tribu Lanza Negra y ordenó que se capturara y encarcelara o ejecutara a muchos de los que no pertenecían a la raza orca en Orgrimmar.

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Las acciones de Garrosh dispararon una revuelta a gran escala, llamada la Rebelión Lanza Negra, liderada por los miembros disidentes de la Horda. Guiados por Vol’jin, y con la ayuda de la Alianza, los revolucionarios se alzaron contra él. Sin embargo, Garrosh aún estaba decidido a controlar el poder de los seres más poderosos de Pandaria, y sumergió el Corazón de Y’shaarj en un estanque sagrado de uno de los lugares más sacros de Pandaria. El poder oscuro del Corazón reaccionó en el estanque sagrado, lo que originó una oleada de poderosas energías Sha que destruyeron y corrompieron los alrededores. Una vez que tuvo el Corazón energizado, Garrosh se preparó para resistir a los rebeldes de la Horda, los Pandaren y la Alianza dentro de un búnker fortificado bajo Orgrimmar. Garrosh no tenía miedo. Había convertido a la Horda en una temible máquina de guerra y aún contaba con muchos soldados leales. Y ahora también contaba con un poder prohibido e inconmensurable. Estaba decidido a salir victorioso y, con el poder de los Sha a su disposición, regresar para someter a Azeroth y asegurar la victoria final de su "verdadera" Horda.

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Garrosh es una figura polémica, pero una cosa es segura: ¡siempre está listo para demostrar su poderío en el campo de batalla de Hearthstone! El hacha de su padre siempre lo acompaña, y su filo feroz ha causado la caída de los más poderosos enemigos. Cada vez que la blande, la poderosa hacha parece aullar con la sangre de sus víctimas. Ahora puedes usar el poder épico de Aullavísceras en tu mazo de Guerrero para partir en dos a los desafortunados esbirros, o darles el golpe de gracia a tus adversarios, tal como hicieron Grommash y Garrosh.

Esperamos que hayas disfrutado este recorrido por el pasado turbulento de Garrosh y su papel en Hearthstone.

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