El cuento del tabernero: Un misterioso cliente

El cuento del tabernero: Un misterioso cliente

Era una noche muy concurrida, como todas las demás; aventureros y héroes se amontonaban alrededor de una acalorada partida de Hearthstone en la sala común de la taberna. La tensión se sentía en el aire: la partida se acercaba a su fin y ambos jugadores miraban sus cartas con extrema concentración. Los espectadores apretaban las manos y miraban cada jugada conteniendo la respiración, a la espera de que su jugador favorito se alzara con la victoria.

Un grito colectivo y fogosos aplausos acompañaron las épicas jugadas finales de ambos jugadores, y la celebración llegó llena de conversaciones exaltadas y el tintineo de los tazones entrechocando. El ganador se jactaba con júbilo frente a la muchedumbre, mientras su rival repasaba obsesivamente todas sus jugadas, tratando de descubrir dónde se había equivocado. Mientras repasaba la barra, el tabernero esbozó una sonrisa de oreja a oreja; esta noche, como todas las anteriores, era solo el comienzo de otra emocionante historia con la que los clientes luego agasajarían a sus amigos.

Alguien abrió la puerta de la taberna con ímpetu, y la mirada de los que bebían en su interior se levantó distraídamente para saludar al recién llegado. Los más atentos se quedaron perplejos, con los ojos fijos en la puerta, y el excitado parloteo que le había dado vida a la taberna se fue disipando hasta convertirse en un murmullo. El tabernero levantó la mirada con curiosidad. ¿Qué podía haber calmado tan de pronto la estruendosa energía que hasta hacía unos segundos llenaba el lugar?

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En el umbral de la puerta se erguía una figura imponente, ancha de hombros. Los clientes entornaron los ojos en su afán de descubrir quién era el forastero. La duda trajo consigo un halo de tensión que duró un instante. Nadie se movía. Nadie hablaba.

El tabernero lanzó una cálida y afable carcajada que resonó en toda la sala, y con un gesto invitó al forastero a ingresar. El repentino silencio ya no era más que un recuerdo, pues los clientes estallaron en una risa contagiosa. Se alzaron los tazones, y la sala se llenó de gritos de desafío que esperaban respuesta.

Ah, ¡esta noche estará plagada de historias!